Es un secreto a voces: el Bitcoin consume mucha energía. Muchísima. Pero las lavadoras, las tabletas y las calefacciones eléctricas, también. Así que… ¿Cuánto es mucho? ¿Qué son realmente 32 teravatios hora de energía? Porque cuando no estamos acostumbrados a manejar este tipo de cantidades, todo se vuelve muy abstracto.
Más fácil es señalar que a día de hoy, el consumo de energía del Bitcoin es superior a países como Serbia, Irlanda o Marruecos. Y que si lo incluyésemos en una lista de países por consumo energético superaría a unos 130 de ellos. No sé si se trata de una cantidad descomunal, pero sin lugar a dudas estamos hablando de palabras mayores.
Los dos datos, tanto el consumo del Bitcoin, como el consumo de los países, son difíciles de estimar con exactitud. El primero porque no hay forma real de saber qué máquinas están funcionando y cuánto están consumiendo más que por aproximación. En segundo porque el sector energético sigue siendo un tema de "seguridad nacional", los datos son malos y suelen estar desactualizados (los más fiables son de 2014, por ejemplo).
Pese a estos problemas, las cifras son consistentes sin llegar a los 159 de los que hablaba la consultora inglesa PowerCompare hace unas semanas. Llegadas a estas cifras, tampoco sería sorprendente: al fin y al cabo, más de la mitad de la energía anual la consumen en China, Estados Unidos y la Unión Europea. Y hay países con consumos muy muy modestos.
Todo esto tiene una consecuencia imprevista: si hace seis meses los ecologistas esperaban que el blockchain se convirtiera en una herramienta en defensa del medio ambiente y contra el cambio climático, hoy hay analistas alertan contra el impacto ambiental que esta tremenda cantidad de energía puede provocar. Un impacto que, sin lugar a dudas, debemos tener en cuenta.