La Luna es un diapasón suspendido a casi 400.000 kilómetros de la Tierra. En los años 70, un seísmo de 5,5 (el más grande registrado hasta la fecha) sacudió la superficie lunar durante horas. Parece un detalle nimio, pero es que un terremoto pequeño podría destrozar cualquier asentamiento humano en la superficie del satélite.
Y nos dimos cuenta casi por casualidad, por los astronautas del programa Apollo. Entre 1969 y 1972, las diferentes misiones colocaron sismómetros en los lugares de aterrizaje a lo largo de la superficie lunar. Hasta que se desconectaron en 1977, se registraron 12.000 lunamotos. Poca broma.
Según parece, hay al menos cuatro tipos diferentes de temblores lunares: seísmos profundos que ocurren a unos 700 km bajo de la superficie, vibraciones producidas por el impacto de los meteoritos, temblores térmicos causados por la expansión de la corteza cuando se ilumina por primera vez con el sol de la mañana tras semanas en la fría noche lunar; y movimientos superficiales. La mayoría de ellos son suaves e inofensivos.
Sin embargo, los lunamotos más grandes pueden ser algo infernal. Un terremoto de magnitud 5 puede mover muebles o destrozar el yeso de una casa. Pero sólo duran dos minutos; en la luna, en cambio, pueden durar más de 10 minutos a máxima de intensidad y seguir temblando durante horas.
La razón es sencilla: el agua. O, mejor dicho, la erosión química. "El agua debilita la piedra, expandiendo la estructura de los diferentes minerales. Cuando la energía se propaga a través de una estructura compresible, actúa como una esponja y amortigua las vibraciones", explicaba Clive R. Neal, profesor asociado de ingeniería civil y ciencias geológicas en la Universidad de Notre Dame.
La luna es una piedra fría, seca y rígida. Nada amortigua los temblores
La luna, sin embargo, es una piedra fría, seca y rígida en mitad del espacio. No hay nada que amortigüe los temblores y, por ello, incluso si el terremoto no es intenso, "sigue y sigue" sin mayor problema. Sabemos todo esto, pero sabemos poco más.