Por qué la culpa de que Chrome no esté en la Microsoft Store es de todos (incluidos nosotros)

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Ayer tuvimos un pequeño y efímero milagro navideño: el navegador Google Chrome estuvo disponible en la Tienda de Microsoft. Al poco rato, no obstante, Microsoft la eliminaba de su Tienda alegando que no cumplía los términos de uso.

Es el último de los capítulos de una historia trágica que tiene a esa tienda de aplicaciones, la Microsoft Store, como gran perjudicada. El intento de los de Redmond por lograr convertirla en gran referente de las descargas para Windows 10 fracasa una y otra vez, y la culpa es de todos: de Microsoft, de Google, de los desarrolladores, y, claro, de los usuarios.

En realidad lo que Google publicó en la Tienda de Microsoft fue su instalador de Google Chrome y no el navegador web como tal. Sin embargo en Microsoft rápidamente la eliminaron, indicando que violaba los requisitos de la Tienda de Microsoft y añadiendo que "animamos a Google a que ofrezca una aplicación de navegación que cumpla con los requisitos de la Windows Store".

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¿Qué requisitos son esos? Pues contar con el motor HTML y JavaScript que proporciona Windows 10, y no con unos propios. Eso es precisamente lo que hace Google Chrome, que lleva años mejorando su motor de renderizado, llamado Blink.

Sería bastante ingenuo pensar que Google va a tirar todo ese trabajo por la borda solo por poder estar en la Tienda de Microsoft, pero es que además en esta particular batalla Google tiene la mano ganadora: casi todo el mundo usa Chrome, y casi nadie usa la Tienda de Microsoft. Es, como siempre, una cuestión de quién tiene más poder.

Esa guerra que mantienen Microsoft y Google viene de antaño, y de hecho algo similar pasó con YouTube en Windows Phone, pero a la inversa. No había herramienta oficial para disfrutar de YouTube en los móviles basados en el SO móvil de Microsoft, así que los de Redmond crearon la suya propia. ¿Qué hizo Google? Bloquearla porque violaba sus términos de uso.

Microsoft, claro, estaba que trinaba, y debe estarlo aún hoy en ese pulso que mantiene con una Google absolutamente intratable en el terreno de los navegadores. Hablábamos ayer de cómo Microsoft Edge parece estar ante un precipicio, pero es que a Chrome no le tose de momento ni ese maravilloso Firefox Quantum que ya nos ha convencido a unos cuantos de migrar (o volver) al navegador de Mozilla.

La Tienda de Microsoft tiene un gran problema aquí, sobre todo si los de Redmond quieren que Windows 10 S, construido alrededor de esa tienda, triunfe. Las causas de ese problema son varias, y las culpas también.

Lo es por varias razones, desde luego. Por ejemplo, por obligar a utilizar sus motores de renderizado y coartar la innovación y la competitividad en el desarrollo de navegadores web más rápidos y potentes.

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También por tener una Tienda lenta y de calidad discutible en la que la clasificación de aplicaciones es muy mejorable y en la que parece que cuenta más la cantidad que la calidad. De hecho algunos indican que Google metió su instalador en la Microsoft Store para tratar de luchar contra esas aplicaciones que se disfrazan de Chrome en esa Tienda sin serlo.

Pero sobre todo por su propio legado, que ha hecho que los usuarios de Windows disfruten de esa particular anarquía en la que se pueden descargar aplicaciones desde los sitios web de los desarrolladores, desde portales de descargas o desde básicamente cualquier localización virtual.

Obligarles (obligarnos) ahora a tener que acudir siempre a la Tienda resulta problemático, sobre todo cuando la oferta disponible en esa Tienda está muy lejos de ser adecuada**. La mayoría de desarrolladores, sean grandes o pequeños, parecen "pasar" de Microsoft** en este sentido y siguen manteniendo sus descargas en sus respectivos sitios web, y no parece que la situación vaya a cambiar a corto plazo.

Aquí Microsoft no tiene el poder que por ejemplo tiene Apple con su App Store, y no puede exigir que todo el mundo publique sus descargas en su Tienda y renuncie a un modelo que ellos mismos han validado durante más de tres décadas. No sin un beneficio patente para los usuarios y para los desarrolladores, y de momento no lo hay.

Y cuando decimos Google, decimos todos los fabricantes. Si dejamos atrás el absurdo requisito específico para los navegadores web que impone la Tienda de Microsoft, lo cierto es que la idea de centralizar las descargas en esa Tienda es tan buena como pueda serlo la de Apple con su App Store.

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Ese modelo tiene claras desventajas ya que se centraliza la distribución software en un solo punto, algo que convertiría a la Tienda de Microsoft en ese monopolio de facto que es la App Store en macOS o iOS. Sin embargo, también ofrece ventajas importantes en cuestión de seguridad. Se supone que en esas tiendas solo contamos con aplicaciones seguras y de confianza, aunque los mecanismos de validación no siempre funcionen a la perfección.

Pero Google es igualmente culpable de no aportar soluciones. No lo hizo con Windows Phone y YouTube porque simplemente no les dio la gana de desarrollar un cliente de YouTube para esa plataforma móvil. No es que no pudieran: por supuesto que podían —y probablemente hacerlo les hubiera costado muy poco—, sino porque no querían. La razón es simple: no querían dar opciones a los usuarios de que se pensaran dar el salto a Windows Phone cuando Android quería (y quiere) comerse el mundo.

Esto es una guerra, y aunque en ocasiones evidentemente ambas colaboren en distintos ámbitos, si pueden ponerse la zancadilla entre ellos (o a otros), lo harán.

Esta situación es también culpa nuestra. Como decía los usuarios de Windows nos hemos acostumbrado a poder descargar cualquier cosa desde cualquier lado y que todo funcione (más o menos).

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Esa libertad total para descargar e instalar aplicaciones es al mismo tiempo bendición y maldición, porque las ventajas se ven contrarrestadas por la presencia de malware que ha azotado a los sistemas Windows casi desde el principio de su aparición.

Una tienda centralizada minimizaría el problema (nunca desaparecería), pero los usuarios nos resistimos con fuerza a los cambios, incluso cuando éstos representan una mejora sustancial.

¿Cómo impuso Apple que todas las aplicaciones de iOS fueran de 64 bits? Pues poniendo una fecha límite para que los desarrolladores pasaran sus aplicaciones de 32 a 64 bits. O lo hacían, o sus aplicaciones desaparecerían del único sitio en el que los usuarios pueden encontrarlas. Microsoft no puede hacer eso porque las aplicaciones siguen pudiendo descargarse instalarse desde cualquier sitio.

Microsoft no tiene fuerza moral ni efectiva sobre cómo los usuarios instalan sus apps, y eso es lo que pretende con un Windows 10 S que precisamente está encerrado en un peligroso círculo vicioso. La idea puede ser buena (al menos en parte), pero la situación de la Tienda de Microsoft hace que hoy por hoy las pretensiones de los de Redmond sean totalmente inviables. Y mucho tiene que cambiar la cosa para que Windows 10 S tenga futuro.

Para empezar, Chrome debería poder descargarse desde la Tienda, y para ello Microsoft debería modificar unos restrictivos términos de uso que no tienen demasiado sentido aunque traten de defender su modelo de negocio. Quizás en Redmond deberían empezar a perder batallas para ganar la guerra. Puede que ni siquiera entonces logren ganarla, pero al menos ofrecerán alternativas a los usuarios, que nunca es mala cosa.

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