Como una bombilla de 22W a 21.000 millones de kilómetros de distancia: así localizamos la Voyager 1 en la inmensidad del Universo
Hace unas semanas os contábamos que la Voyager 1 había encendido sus cuatro "propulsores de trayectoria" (algo que no ocurría desde los 80) y que funcionaban a la perfección. De la conversación sobre esto, surgía una pregunta recurrente ¿Cómo podemos estar seguros de que la Voyager sigue ahí, 21.0000 millones de kilómetros después y sin pasar la ITV?
No es una pregunta absurda. Hemos hablado muchas veces de la búsqueda del planeta nueve: si no somos capaces de encontrar un planeta enorme, ¿cómo podemos encontrar una sonda diminuta que se encuentra mucho más lejos de nosotros?
La respuesta más obvia es la trayectoria. Es decir, sabemos donde está y hacia donde va. Y con esa información, buscar en el espacio resulta mucho más fácil, aunque se trate de algo mucho más pequeño. Pero hay un detalle que me parece realmente curioso: el transmisor de la Voyager es, a todos los efectos, una vengala.
Son solo 22 vatios; casi nada. "Algo comparable a la radio de un coche patrulla o a la bombilla de un refrigerador" explicaba el equipo del Observatorio Nacional de Radio Astronomía (NRAO). Pero con eso es suficiente. La Voyager 1 brilla como una bombilla en medio de una habitación a oscuras.
Su pequeño transmisor tiene una potencia significativamente más alta que cualquier otra onda de radio que la sonda tenga a su alrededor. De esta forma, el NRAO y los diez radiotelescopios de la Very Long Baseline Array rastrea la pequeña sonda en su viaje intergaláctico.