La recientemente estrenada cuarta temporada de 'Black Mirror' demuestra de nuevo que estamos ante una serie que sabe mantener lo que promete, consiguiendo lo que muchas otras antologías ni huelen: que el espectador vuelva capítulo tras capítulo, incluso tras alguno que no le ha convencido. Como comentaba en el repaso a los nuevos episodios, se me antoja la antología moderna que mejor aprovecha la elasticidad que permite el formato, ya que va variando sin perder nunca de vista la esencia que debe caracterizar a todas sus historias.
Es loable la coherencia que ha logrado la marca a pesar de contar con ya con 19 episodios que van desde el drama íntimo hasta el postapocalipsis pasando por tramas policíacas, sátira política o terror psicológico. En esta lista hacemos un repaso a todos los capítulos ordenándolos del más interesante al más olvidable, bajo el criterio siempre personal de quien escribe este texto, claro. Merece la pena mencionar que los primeros 11 puestos realmente corresponden a episodios que califico como buenos, atractivos o interesantes en mayor medida.
Solo hace falta un vistazo rápido a mis episodios favoritos para deducir una preferencia hacia los más íntimos y emocionales. La clave que para mí eleva un capítulo conceptual o moralmente interesante (una característica común a prácticamente todos los episodios de la serie) sobre uno inspirador, emotivo, conmovedor, impactante o sufrido son las historias específicas que elige Brooker para transmitir sus ideas.
Este relato sobre la pérdida, el duelo y sobre la (muy recurrente en la serie) idea de la consciencia y personalidad "portables" (en este caso la reconstrucción de alguien a través de su huella digital) se traduce en una narración emocionalmente claustrofóbica que muestra de forma explícita la futilidad de agarrarse a algo que ya ha desaparecido. Es un relato que combina la soñada inmortalidad a través de la tecnología con los conceptos más esenciales de la vida y lo que la define. Una joya que taladra las entrañas.
Vuelve aquí la idea de la consciencia digital, pero San Junipero vive en una categoría distinta que el resto de historias de la serie: está marcado por la esperanza y la posibilidad de un desenlace feliz. Asistimos a una historia de amor entre los avatares digitales de dos mujeres que están re evaluando su vida y lo que significa vivirla, y de nuevo encontramos un relato cuyos planteamientos morales y psicológicos nacen de los personajes de forma orgánica y auténtica. El sentido de la vida sin la muerte, lo venenosa que puede ser la culpa para una persona y lo necesario de la esperanza son algunos conceptos que maneja este inspirador episodio.
Se presenta aquí uno de los frecuentes implantes cerebrales digitales que graban y archivan todo lo que hace su portador. En este caso concreto, el foco de la historia se pone en dos personajes cuya inseguridad y celos les lleva a obsesionarse con los recuerdos del pasado. La memoria humana es imprecisa y volátil, y tiene mucho peso en nuestra personalidad por cómo la gestionamos, por cómo procesamos y permitimos que nos afecte el pasado.
Nada bueno puede salir de una tecnología que te permite escudriñar cada detalle de tu vida o de tu relación con otra persona con el objetivo de quedar por encima, recrearse en traumas y fracasos y, en definitiva, vivir anclados en el pasado. Otro ejemplo más de que los mayores éxitos de 'Black Mirror' están en cómo lleva la reflexión a lo particular y lo íntimo.
Aunque 'Black Mirror' juegue a la distopía semifuturista hay episodios cuya idea central se siente muy cercana a la realidad, y este comentario a la cultura del "me gusta" es probablemente el más destacado en ese sentido. Con un filtro pastel digno de Instagram, Nosedive es un descenso a los infiernos de una mujer que pasa de estar atrapada en el vórtice de la falsedad y la vida escaparate a encontrar la liberación de la forma más inesperada. Es un episodio con muchas emociones en crudo que se apoyan de la comedia negra para resultar en uno de los universos de la serie que más reales se sienten.
Ya desde el angustioso prólogo se transmite al espectador el miedo de una madre de perder a su hija, temor que se vuelve paranoia y se sobredimensiona debido a una culpabilidad infundada pero fuertemente arraigada desde el parto. Temáticamente, Arkangel es uno de los episodios más completos de la antología al abordar las consecuencias del control parental y la sobreprotección excesivos en diferentes ámbitos y estadios de la vida de una niña. La historia enriquece su tesis sobre esas consecuencias éticas, educativas y vitales con el punto de vista de ambos personajes, convirtiéndolo en algo muy personal y emotivo a la vez que plantea un discurso moral relevante y actual.
Las redes sociales e internet en general ponen en contacto directo a las personas como nunca antes; personas que se valen del anonimato y/o la despersonalización que permite la red para hacer daño sin pensar en las consecuencias. Bien pues, sorpresa, las palabras pueden hacer mucho daño y esta es la idea de la que parte este episodio tan particular dentro del conjunto: un drama policíaco procedimental de 90 minutos entretenidísimo.
El episodio pone el foco en un ejambre social cuya esencia prueba lo que suelo decir sobre Charlie Brooker: no es que sea tecnófobo, es que es MUY misántropo. El nivel de humanidad social en este episodio es similar al que ya planteaban episodios como The National Anthem, The Waldo Moment o White Bear. Hated in the Nation completa su comentario con una reflexión sobre la posibilidad de un Gran Hemano y de las consecuencias de que el gobierno pueda vigilar a los ciudadanos a placer.
El capítulo más meta de la antología, uno en el que existen de forma explícita muchas de las tecnologías presentes en varias de sus entregas (y que ha llevado a la conclusión de que todos los episodios ocurren en un mismo universo), es también una colección de historias relacionadas en sí mismas. La portabilidad de la consciencia y la accesibilidad a ella es el núcleo tecnológico de varias historias que se antojan de lo más cruel de la serie, sobre todo la triste vida del mono de peluche. Brooker explora de nuevo la falta de empatía en los rincones más oscuros de la naturaleza humana y, aunque sea un elemento común en muchas de las entregas, logra transmitir aquí un nivel de desesperación que llega al sadismo.
En un intento de recuperar el tono mágico de San Junipero, esta prima lejana de 'Langosta' vuelve al terreno de cómo usamos la tecnología para relacionarnos, concretamente en el área de las citas. Aunque a simple vista no lo parezca, es uno de los capítulos más troll de Brooker, que plantea una historia que aparenta ser un relato optimista sobre las relaciones y sobre el papel que juegan la espontaneidad, la química, el compromiso y la lógica, para darle un giro final que replantea el papel de todos esos factores en el romanticismo moderno de las apps.
Es una de las distopías más extremas que nos ha mostrado 'Black Mirror'. Cada entrega suele poner el foco en elementos concretos de un universo, pero este capítulo construye un mundo completo y apasionante (y devastador) en tan solo una hora, sin prisa pero sin pausa. Es una realidad anclada en las pantallas y los avatares, y cuyo sistema de clases está directamente relacionado con la cultura del reality y la fama de usar y tirar. Un episodio elocuente que desborda la audacia y el tremendismo a los que ya nos hemos acostumbrado tras tantos capítulos.
Este especial de navidad es un popurrí de muchas de las ideas recurrentes de la serie: las consciencias portables, la tortura de esas "personas digitales", el acceso al "feed visual" de otra persona, la posibilidad de adulterar esa señal pixelando caras concretas, giros argumentales basados en la tecnología.. En tan solo 90 minutos maneja más hábil y elocuentemente ciertas ideas que otros episodios dedicados enteramente a ello, como podrían ser Man Against Fire o USS Callister. Tuvo muchas críticas en su momento, pero es un capítulo que ancla muy bien los conceptos morales en las emociones de sus personajes y nunca me cansaré de defenderlo.
Aunque la reflexión tecnológica aparezca de forma orgánica debido a la naturaleza de la distopía que se plantea en este episodio, su núcleo y razón de ser es básicamente el suspense y la urgencia, algo que personalmente me ha resultado un soplo de aire fresco entre tantos capítulos tan densos en moraleja. Quizá se podría asemejar a otros episodios cargados de acción como White Bear o Shut up and Dance, pero el giro final de ambos le daba una pretensión al conjunto que Metalhead no tiene, y gracias. Es puro survival postapocalíptico entretenidísimo sin más pretensiones. Eso sí, la imagencita final manipuladora de la caja sobraba, dear Charlie.
Se puede apreciar que hasta este punto todos los episodios mencionados me resultan un éxito por motivos diferentes. Es a partir de este dúo cuando empiezan las verdaderas decepciones.
Hay varios capítulos en los que Brooker da la vuelta a la concepción inicial sobre quién es el héroe y quién el villano de la historia, truco que en estos dos ejemplos funcionaría mejor si el viaje no fuese pura confusión sin mucho más que aportar que un guiño final. Estos golpes de efecto que dejan destrozado a un espectador que debate sobre la esencia y la ética de La Ley del Talión esconden capítulos con un desarrollo vacío que acaban hastiando ante la falta de algo a lo que agarrarse.
Esta reflexión sobre la deshumanización en la guerra podría habernos dado uno de los mejores capítulos de la antología y, sin embargo, es un buen ejemplo de esas ocasiones en las que Brooker se queda tan anclado en exponer sus ideas que descuida el desarrollo y la contextualización de las mismas. No aporta mucha perspectiva ni le da la suficiente dimensión humana, quedándose en una narración fría. Una pena, porque maneja conceptos muy interesantes y siempre actuales.
Nos topamos de nuevo con la existencia de una tecnología que permite acceder a los recuerdos humanos, que además puede ser usada por ley para invadir la privacidad en caso de investigación oficial (o bueno, no tanto, no olvidemos que para más INRI se trata de una aseguradora). Mis argumentos para esta última parte de la lista se van a repetir mucho, ya que los episodios más flojos de 'Black Mirror' suelen tener en común lo que comentaba sobre Man Against Fire: buenas ideas desaprovechadas por el mal desarrollo de las historias concretas elegidas para transmitirlas. Aquí, la historia tarda mucho en arrancar (todo el primer acto no es estimulante ni por el universo ni por los personajes ni por el tono) y cuando entra en la chicha, el desarrollo se antoja torpe y escala de tal forma que se le va de las manos. De esos capítulos que olvidas nada más terminarlos.
Durante mucho tiempo (¿lo sigue siendo? #preguntaseria) fue el capítulo estandarte para hablar de lo extrema que puede llegar a ser 'Black Mirror'. Nunca lo he compartido. Es un episodio con buen uso de la tensión y un discurso curioso sobre la democracia (y muy poco amable con la sociedad), pero también es facilón y no encuentro más que provocación por provocación. Quizá el hype que se creó alrededor del capítulo haya radicalizado ligeramente mi impresión sobre él, pero no tiene profundidad ni es tan transgresor como se pinta.
A muchos espectadores de la serie les ha encantado la primera entrega de la reciente cuarta temporada, pero yo no pude con él. Le veo virtudes, como la idea del fandom descontrolado o cómo deconstruye el género de la space opera, pero en general se me antoja un cúmulo de ideas ya desarrolladas (y mejor) en otros capítulos, que no aporta nada nuevo y se alimenta de unos estereotipos problemáticos. El compañero Fernando escribió sus motivos para rechazarlo con mucho ahínco.
¿En qué cabeza cabe que alguien se preste a entrar en un mundo virtual que hará uso de los miedos más recónditos de esa persona para crear una experiencia extrema terrorífica? Mira que con 'Black Mirror' hay que pasar por el aro con frecuencia (no es difícil, la suspensión de incredulidad es esencial en la ciencia ficción) pero esta me supera. Quizá el desarrollo de puro terror de este episodio atraiga a algunos espectadores, pero personalmente se me antoja poco interesante, aburrido y con personajes nada atrayentes.
Considerando el clima político actual, el planteamiento de que un irreverente oso animado pudese ser elegido para un cargo público podría resultar en una sátira interesante. Sin embargo el potencial de la premisa se desperdicia en un desarrollo facilón, condescendiente y ya visto. El gran fallo de Brooker aquí es la generalización y la simpleza, que combinan con un desarrollo aburrido resultando en el, a mi parecer, el único capítulo de verdad mediocre de 'Black Mirror'.
Y digo que The Waldo Moment es el único episodio de la antología que catalogaría de malo porque, aunque algunos fallen en la forma de desarrollar las ideas o en el tono, o resulten demasiado desquiciados, condescendientes, alarmistas, tremendistas y los muchos adjetivos que le cuelgan a 'Black Mirror', siempre defenderé su capacidad para plantear asuntos que llevan a debate, aunque sea interno, y a hacer un análisis crítico del discurso moral de los episodios.
Y, oye, cualquier serie que invite al espectador a hacer un análisis crítico de la sociedad es bienvenidísima.