La UE quiere legislar sobre las “fake news”… pero le cuesta definir qué son

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Aunque llevemos un tiempo con la expresión rondando por las redes sociales e incluso los medios de comunicación generalistas, lo cierto es que pararnos a definir qué son las "fake news" parece mucho más difícil de lo que realmente es. De hecho, la propia Comisión Europea se ha encontrado con este muro terminológico a la hora de querer legislar sobre ellas. Porque para poder regular algo… primero hay que saber qué es, exactamente.

Las redes sociales y los gobiernos han impulsado medidas para acabar con algo que aún no saben definir muy bien

Y, de momento, parece que bajo el paraguas de las noticias falsas caben muchos más elementos que no lo son en realidad. Por eso es tan importante que la sociedad dedique un mínimo de atención no solo a su actitud en redes sociales, o a la calidad del contenido que comparte, sino a conocer la distinción, muchas veces sutil, entre las "fake news" y lo que no lo son.

Para empezar, es necesario que diferenciemos entre aspectos un poco difusos: las noticias falsas lo son en función de cómo se interpretan. En la mayoría de las ocasiones, lo que es falso es la supuesta consecuencia de dos eventos que pueden incluso no tener relación entre sí. Pero la descontextualización y la ingenuidad del lector hacen el resto. La intencionalidad de las noticias falsas es siempre la de despertar ira en quienes reciben la información, o miedo, inquietud…

Si seguimos desmenuzando de qué se componen las "fake news", debemos hablar de la información falsa. La falsa información lo es, a menudo, por cuestiones de error que también cometen los periodistas y los medios pero que no tiene intencionalidad alguna. No se busca la polarización de la audiencia y por eso no puede considerarse una noticia falsa solo por encontrar en ella información errónea, aunque desde luego las "fake news" estén llenas de gazapos de este estilo.

El siguiente punto a aclarar sería lo que en inglés la Comisión destaca como "mal-information" o "mala información", esto es, datos que no necesariamente deben ser mentira pero que conducen al discurso del odio, el abuso, el acoso, y que en definitiva están destinados a molestar o crear una reacción negativa en el lector.

Las expectativas de acabar con el problema de las noticias falsas son pocas o ninguna; a fin de cuentas, siempre ha habido interesados en manipular a la sociedad por medio de datos incorrectos.

Las respuestas de las redes sociales, los grandes altavoces de este tipo de noticias, han sido variadas: desde la inversión de grandes equipos humanos y algoritmos para frenarlas hasta la educación de la audiencia. Parece que la Comisión Europea aún tiene un largo recorrido si quiere delimitar claramente qué puede considerarse una noticia falsa y qué no.

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