Los coches autónomos están casi a la vuelta de la esquina de hacerse realidad. Compañías como Tesla o Waymo (Google) no paran de hacer kilómetros con vehículos autónomos, entrenándolos y preparándolos para el futuro. Es cuestión de tiempo que estén preparados para llegar a las manos de nosotros, los usuarios finales.
Pero, mientras todo esto llega, la actualidad va a estar dominada por los coches conectados. Vehículos conectados con toda clase de sensores, e incluso con conexión a Internet con diferentes motivos. Muchas veces es por seguridad, para asegurarnos que podamos llegar a casa sanos y salvos. Y otras veces es por entretenimiento o utilidad, para sernos más útiles en nuestro trayectos diarios.
El problema es que, mientras los coches conectados estén conectados, también estarán recogiendo muchos datos sobre nosotros. La ruta y las paradas en el GPS, la velocidad a la que vamos, qué estamos escuchando, las conversaciones de nuestro móvil, el movimiento de nuestros ojos o incluso fragmentos de conversaciones.
Algunos coches ya están midiendo todo eso, y la tónica será que cada vez más coches lo hagan. Todo mientras están conectados a Internet. Y puede que ahora tengamos la elección de conducir un coche conectado o no hacerlo, pero en el futuro no podremos elegir: todos los coches estarán conectados.
Y en realidad todo esto tiene sentido. Muchos de estos sensores tienen un uso en lo que a seguridad se refiere: previenen que tengamos accidentes. Y otros tantos tienen mucha utilidad, como guiarnos hasta nuestro destino o avisarnos de los mensajes que recibimos sin distraernos. Pero lo importante es que recogerán muchos datos sobre nosotros en el proceso.
Los fabricantes serán los primeros interesados en extraer todos estos datos, ya sea para utilizarlos en su propio interés o para venderlos a terceros. Dentro de la compañía podrían servir para mejorar sus productos, pero fuera de ella servirían para crear perfiles más completos sobre nosotros. Por supuesto, su uso principal sería la publicidad.
Lo bueno es que los ciudadanos europeos estaremos protegidos en cierta medida. El nuevo GDPR, Reglamento General de Protección de Datos europeo, establece reglas muy estrictas sobre la recolección de datos.
Como regla general, y no sólo en coches, los usuarios deberán dar un consentimiento explícito y claro para la recolección de sus datos. No se podrán esconder en textos legales kilométricos, ni dar por hecho que se han aceptado.
Otros países también están moviendo ficha, según Motherboard. Por ejemplo, Canadá ya ha marcado la privacidad personal como un tema de especial preocupación. Pero otros tantos países como EEUU siguen estando a la cola, permitiendo que las compañías recojan todos estos datos sin avisar de forma adecuada a los usuarios.
Con cada vez más cosas conectadas, siendo capaces de registrar tantos datos sobre nosotros, la privacidad se volverá un tema cada vez más oscuro. Por suerte, y mientras existan regulaciones que pongan límite a los intentos de las compañías, los usuarios estaremos algo más protegidos.