AMD Ryzen 7 2700X y Ryzen 5 2600X, análisis: ahora sí, la segunda generación de «micros» Ryzen planta cara de tú a tú a Intel
Si habéis tenido la ocasión de leer nuestros análisis de los microprocesadores Ryzen que AMD ha colocado en el mercado hasta ahora recordaréis que nuestra valoración de esta familia de chips siempre ha sido positiva. ¿Sus bazas? Un rendimiento global muy interesante, un margen para practicar overclocking bastante amplio, y, además, un precio indudablemente competitivo si los enfrentamos a los microprocesadores de Intel de similares prestaciones.
Sin embargo, hay un escenario en el que, hasta ahora, los chips de la familia Ryzen de AMD no consiguen igualar las prestaciones de las propuestas equivalentes de Intel: la ejecución de juegos. A medida que incrementamos la resolución la diferencia de rendimiento entre los chips de Intel y AMD se reduce significativamente, pero a 1080p, que aún hoy es la resolución más popular, es Intel quien se lleva «el gato al agua». Este es uno de los hándicaps que los ingenieros de AMD han intentado resolver en esta iteración de la familia Ryzen. Si lo han conseguido o no lo descubriremos a lo largo de este artículo.
[NOTA: Análisis en desarrollo...]
La tabla que tenéis debajo de estas líneas resume las características de los cuatro nuevos microprocesadores con los que AMD «bautiza» a la segunda generación de chips Ryzen. Dos de ellos, los pertenecientes a la familia Ryzen 7, incorporan 8 núcleos físicos y cuentan, al igual que las anteriores propuestas de esta gama, con la tecnología SMT (Simultaneous MultiThreading), por lo que son capaces de procesar un máximo de 16 hilos de ejecución (threads) simultáneamente.
Los otros dos procesadores, los Ryzen 5, integran 6 núcleos físicos y también cuentan con la tecnología SMT, por lo que pueden procesar hasta 12 hilos de ejecución. Las otras dos diferencias relevantes entre estos cuatro microprocesadores residen en las frecuencias de reloj base y máxima a las que pueden trabajar, que son mayores en los modelos que llevan el «apellido» X, y el subsistema de memoria caché multinivel, que tiene más capacidad en los Ryzen 7 que en los Ryzen 5. En lo que concierne a la microarquitectura, en la que profundizaremos en el siguiente apartado, estos chips son idénticos.
Modelo
Núcleos
Hilos de ejecución
Frecuencia máxima / nativa
Caché Smart Prefetch (L2/L3)
TDP
Refrigeración
Precio
Disponibilidad
Ryzen 7 2700X
8
16
4,3 / 3,7 GHz
4 / 16 MB
105 W
Wraith Prism (LED)
324,90 euros
19/04/2018
Ryzen 7 2700
8
16
4,1 / 3,2 GHz
4 / 16 MB
65 W
Wraith Spire (LED)
294,90 euros
19/04/2018
Ryzen 5 2600X
6
12
4,2 / 3,6 GHz
3 / 16 MB
95 W
Wraith Spire
225,90 euros
19/04/2018
Ryzen 5 2600
6
12
3,9 / 3,4 GHz
3 / 16 MB
65 W
Wraith Stealth
196,90 euros
19/04/2018
Los dos pilares de la arquitectura Zen de AMD son la eficiencia y la tecnología SMT multihilo, que está presente en toda la gama de microprocesadores. Sobre esta tecnología hemos hablado largo y tendido en otros análisis que os sugerimos leer si no lo pudisteis hacer en su momento, por lo que en esta ocasión vamos a ceñirnos a las innovaciones que los ingenieros de la compañía estadounidense han introducido en los chips que pertenecen a la segunda generación de la familia Ryzen.
Para hacer notar la envergadura de los cambios introducidos en esta implementación de la microarquitectura, AMD ha modificado su nombre añadiéndole un signo «+». Por esta razón, los nuevos procesadores Ryzen 7 y 5 lucen la arquitectura Zen+, que se sostiene sobre dos premisas clave: el incremento del trabajo que lleva a cabo la CPU en cada ciclo de reloj, y, por otra parte, la reducción de la latencia asociada al subsistema de memoria caché multinivel y a la memoria principal.
En lo que concierne al IPC (Instructions Per Cycle), que, como sabéis, es una medida de rendimiento que revela las instrucciones que un procesador es capaz de ejecutar en un único ciclo de reloj, los nuevos chips Ryzen, según AMD, se benefician de un incremento del 3% frente a la generación anterior. Esta mejora, unida al aumento de la frecuencia de reloj, debería arrojar un incremento del rendimiento claramente apreciable (lo comprobaremos más adelante, en los apartados que hemos dedicado a nuestro banco de pruebas).
En lo que concierne a la reducción de la latencia, AMD afirma que la microarquitectura Zen+ consigue disminuir frente a su predecesora, la arquitectura Zen «a secas», un 11% la de la memoria principal, un 13% la de la caché de nivel 1, un muy notable 34% la latencia de la caché de nivel 2, y, por último, un 16% la de la caché de nivel 3. La latencia no es otra cosa que el tiempo que transcurre desde que la CPU requiere el contenido de una posición de memoria hasta el instante en el que ese dato o instrucción está a su disposición. Cuanto menor sea este tiempo, mejor.
Como acabamos de ver, las mejoras introducidas por AMD en la microarquitectura Zen+ son bastante notables. Pero, sin duda, la innovación que más va a llamar la atención de los fans del hardware es la nueva litografía utilizada por GlobalFoundries, la compañía que fabrica los microprocesadores de AMD, que era una parte de esta misma empresa hasta principios de 2009. Y es que la tecnología de fabricación de los chips Ryzen de segunda generación es de 12 nm.
Esta mejora en la tecnología de integración es la responsable del incremento de la frecuencia de reloj de los microprocesadores Ryzen de segunda generación si los comparamos con sus predecesores. Los nuevos chips pueden trabajar ahora entre 200 y 250 MHz más rápido, y, además, el margen que tenemos los usuarios a la hora de practicar overclocking es más amplio gracias a sus menores exigencias de voltaje, lo que siempre se agradece.
Como he mencionado al principio del análisis, la principal deuda pendiente de AMD en los anteriores microprocesadores de la familia Ryzen es su rendimiento con los juegos, que, aunque es muy bueno, no iguala al de los chips equivalentes de Intel en buena parte de los títulos. Para resolverlo, además de la mejora que representa la introducción de la litografía de 12 nm y la microarquitectura Zen+, los ingenieros de esta compañía han pulido la tecnología SenseMI con un objetivo muy claro: incrementar la eficiencia de sus chips.
Por un lado, el algoritmo Precision Boost 2 monitoriza de forma independiente cada uno de los núcleos de la CPU para optimizar la frecuencia de reloj a la que trabaja en función de su temperatura. Esta tecnología trabaja «codo con codo» con el algoritmo Pure Power, que recurre a cientos de sensores diminutos que recogen información en tiempo real de la temperatura para ajustar el régimen de giro del ventilador a las necesidades de la CPU en un instante determinado. Y, de paso, reduce el nivel de ruido tanto como sea posible evitando que el ventilador gire a un régimen superior al necesario.
Según AMD, sus ingenieros también han mejorado los algoritmos que se responsabilizan de predecir qué datos deben ser cargados previamente en la caché multinivel de la CPU. Este «prefetch» parece ser ahora más inteligente, reduciendo así la posibilidad de que se produzca un fallo de caché, que tiene lugar cuando la CPU necesita un dato que no ha sido previamente almacenado en esta memoria, lo que implica inevitablemente que sea necesario invertir varios ciclos de reloj para llevar a cabo la carga a posteriori.
No todos los días analizamos una nueva hornada de microprocesadores, así que para preparar este artículo hemos puesto a punto una plataforma de pruebas a la altura de lo que requieren los últimos chips de AMD. La placa base es una X470 Aorus Gaming 7 WiFi fabricada por Gigabyte y con la que, honestamente, da gusto trabajar por su gran estabilidad. Los módulos de memoria son unos Sniper X DDR4-3400 de G.Skill, con su perfil correctamente ajustado desde la BIOS y 8 GB de capacidad cada uno (son dos módulos en total).
La tarjeta gráfica es un diseño de referencia de la propia NVIDIA y está equipada con una GPU GeForce GTX 1070 Ti bien acompañada por 8 GB GDDR5. El disco duro, por su parte, es un SSD 3D NAND SATA fabricado por Western Digital, y la fuente de alimentación una ASUS con una potencia de salida continua de 500 vatios. El ventilador que hemos utilizado con la CPU es el modelo de referencia Wraith propuesto por la propia AMD. Y, por último, también hemos utilizado un monitor Agon de AOC con una resolución nativa de 2.560 x 1.440 puntos, un refresco máximo de 144 Hz y un tiempo de respuesta de 1 ms.
Empezamos nuestro banco de pruebas evaluando el consumo real de la plataforma de test (las cifras indican el consumo conjunto de todos los componentes con la única excepción del monitor) y también la temperatura máxima alcanzada por la CPU cuando la sometemos al estrés que conlleva una carga de trabajo cercana al 100%.
En la gráfica que tenéis debajo de estas líneas podéis ver que el consumo de los nuevos procesadores Ryzen 7 2700X y Ryzen 5 2600X de AMD no difiere mucho del de los anteriores chips Ryzen de la marca. Y es una buena noticia porque la velocidad de reloj a la que trabajan los nuevos chips es mayor, por lo que ya podemos intuir que el rendimiento por vatio de los Ryzen de segunda generación va a ser mayor que el de la primera hornada de procesadores Ryzen.
En lo que concierne a la temperatura máxima que alcanzan los nuevos procesadores bajo estrés intenso, de nuevo tenemos un resultado similar al de la anterior generación de chips Ryzen a pesar de que los nuevos trabajan a una frecuencia de reloj mayor. Además, durante las pruebas hemos utilizado el ventilador de referencia de AMD, que es una solución de refrigeración por aire convencional. Esto quiere decir que quien quiera practicar overclocking extremo y decida recurrir a la refrigeración líquida tendrá un margen amplio de maniobra a la hora de exprimir al máximo su CPU.
--> estos son los resultados con un overclocking «suave» a 4,2 GHz y voltaje a 1.5 voltios