En defensa del plástico desechable: en plena guerra en su contra, no debemos olvidar que hay situaciones en que sí lo necesitamos

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El mundo está en guerra contra el plástico desechable. Las legislaciones de medio planeta están poniendo fecha de caducidad a pajitas, globos, cubiertos o bastoncillos de algodón. El último en sumarse ha sido el Senado australiano con un informe en el que recomienda la prohibición de plásticos de un solo uso (como contenedores de comida para llevar o tazas de café desechables) para 2023.

Frente a esta ola legislativa, hay cada vez más voces que llaman a la calma y piden examinar caso a caso. No hay duda de que la contaminación plástica (y microplástica) representa un enorme problema medioambiental. Pero tampoco hay duda de que hay situaciones, usos y problemas que necesitan el plástico desechable y para los que aún no hemos encontrado un sustituto.

A día de hoy, "y muy a nuestro pesar, hay ciertas aplicaciones legítimas del plástico desechable", explica Paul Harvey, investigador de la Universidad de Macquarie. En sanidad, en investigación científica y en otros muchos contextos no tenemos sustitutos válidos.

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Y no porque no los hayamos buscados. Desde hace años, en el ámbito sanitario se llevan buscando alternativas a los dispositivos de plástico. Sobre todo, porque la sanidad es un entorno muy sensible a las infecciones y la falta de asepsia.

Es cierto que se podrían sustituir las jeringas o viales por instrumentos de vidrio, pero muy a menudo el proceso de limpieza, transporte y disponibilidad suponen un desafío logístico y, en muchos casos, el impacto ambiental puede llegar a ser mayor. Los estudios que se van realizando confirman que hay "alternativas seguras y eficientes para algunas líneas de productos" (para cada vez más), pero con muchas otras no podemos garantizar "la seguridad de los pacientes y la calidad en el trabajo por parte de los facultativos".

También en investigación científica juegan un papel muy importante los plásticos desechables. Pipetas, guantes, viales, bolsas de muestras, placas, etc… están, hoy por hoy, hechos de plástico desechable. Y no por capricho, estos elementos se utilizan porque no hay alternativas costoefectivas que aseguren la resistencia, protección, estabilidad y la fiabilidad de los que hoy tenemos.

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No obstante, esto es poco polémico. Todos intuíamos que estos ámbitos serían líneas rojas de la prohibición del plástico. Lo que subraya Paul Harvey es que hay más líneas rojas que muchas veces no llegamos a tener en cuenta. El ejemplo más claro es el envasado de comida y agua.

La mayor parte es totalmente prescindible, pero si hablamos de ayuda alimentaria la cosa cambia. Ya sea para ayuda humanitaria internacional o como reservas en caso de catástrofe, el plástico es una herramienta casi insustituible para garantizar la disponibilidad, conservación y seguridad de los alimentos. No tenemos nada con una flexibilidad comprable a la que nos proporcionan los envases y las botellas de plástico.

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