Las pulseras inteligentes, los smartwatches y otro tipo de wearables en general (dispositivos electrónicos que se llevan como un complemento o una prenda) se están popularizando enormemente en los últimos años. Pero como no podía ser de otra forma, que un pequeño aparato recopile todo tipo de datos sobre su dueño también tiene una parte negativa.
Los smartwatches recopilan gran cantidad de datos del usuario, que de caer en manos equivocadas, pueden revelar cosas tan importantes como el PIN de la tarjeta de crédito
De hecho, hace unos meses se filtró la base de datos de una app de fitness llamada Strava. Esta app, conectada a pulseras inteligentes Fitbit, entre otras, trazaba un circuito visible en los mapas con la actividad física realizada.
Cuando se filtraron los datos de sus 27 millones de usuarios, se podían ver circuitos realizados en mitad de ninguna parte… lo que correspondía, en muchos casos, a datos correspondientes a la pulseras de soldados destinados en bases militares secretas.
Es solo un ejemplo de lo que se puede hacer con los datos aparentemente inofensivos que recopilan los wearables. No es de extrañar que estos datos se hayan convertido en un objetivo de alto valor para los ciber criminales. En concreto, los smartwatches y las pulseras de fitness equipadas con acelerómetros y giroscopios podrían ser una mina de información potencialmente peligrosa.
Kapersky, la firma de ciberseguridad, ha realizado un estudio sobre como podría ser utilizada por criminales la información obtenida por estos dispositivos. Para ello, crearon una app que tomaba los datos de los acelerómetros y giroscopios integrados y no solo pudieron monitorizar el estilo de vida de las personas bajo estudio.
Lo más impactante es que pudieron identificar actividades delicadas como la introducción de una frase o contraseña en el ordenador, con una precisión del 96%, la introducción del código PIN en un cajero, con una precisión del 87%, o el desbloqueo de un móvil, con una precisión del 64%.
El potencial daño puede ser muy elevado, y solo está limitado por los conocimientos técnicos de los ciber delincuentes. Lo que está claro, es que cuanto más datos puedan caer en manos de gente con malas intenciones, más oportunidades tendrán para cometer un delito.
En un mundo hiper conectado, todo es susceptible de ser hackeado, hasta los juguetes sexuales, por ello siempre es necesario extremar al máximo las precauciones.