Gigabyte AORUS GTX 1080 Gaming Box, análisis: un módulo gráfico capaz de transformar nuestro portátil en una estación de juego
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La llegada del estándar de conexión Thunderbolt 3 ha cambiado las «reglas del juego». Y es que el elevado rendimiento de esta tecnología y su flexibilidad hacen posibles aplicaciones que hasta no hace mucho eran inviables, al menos fuera del entorno profesional. De hecho, el producto al que dedicamos este análisis es posible en gran medida gracias a la existencia de esta rapidísima conexión, capaz de alcanzar una velocidad de transferencia máxima de 40 Gbps.
Gigabyte ha puesto a punto un módulo gráfico externo, también conocido como eGPU (external Graphics Processing Unit), que se apoya en dos pilares muy sólidos. Por un lado, en la tarjeta gráfica con GPU NVIDIA GeForce GTX 1080 que alberga en su interior. Y, por otra parte, en las posibilidades que ofrece la conexión Thunderbolt 3 a través de USB-C con nuestro ordenador, que puede ser tanto un equipo portátil como un PC de sobremesa. Sin lugar a dudas, es un producto bastante ambicioso, y, sobre todo, interesante para los entusiastas de los juegos. Veamos qué nos propone Gigabyte en esta ocasión.
A diferencia de otros módulos gráficos externos que han sido diseñados para contemplar distintas posibilidades de ampliación, como la eGPU Omen Accelerator de HP que analizamos hace unos meses, esta propuesta de Gigabyte es un paquete cerrado. En el interior del chasis, que, por cierto, tiene un tamaño muy comedido (162 x 211 x 96 mm) y pesa algo menos de 2,4 Kg, encontraremos una tarjeta gráfica gobernada por una GPU GeForce GTX 1080 de NVIDIA respaldada por 8 Gbytes de memoria de tipo GDDR5X, una pequeña placa de circuito impreso que aglutina la circuitería de control y la controladora de comunicaciones, y una fuente de alimentación de 450 vatios sobredimensionada expresamente para satisfacer el consumo de la tarjeta gráfica. En principio, como veis, hay poco margen para modificar el hardware.
El propósito del módulo gráfico externo, o eGPU, de Gigabyte es incrementar la potencia gráfica de cualquier equipo que cuente con un enlace Thunderbolt 3 sobre USB-C para permitirle ejecutar con garantías los juegos de última generación
El propósito de este componente es, sencillamente, permitirnos incrementar la potencia gráfica de nuestro PC equipándolo con toda una GPU GeForce GTX 1080, que actualmente es uno de los procesadores gráficos para gaming más potentes que podemos encontrar en el mercado. Eso sí, el ordenador al que conectemos el AORUS GTX 1080 Gaming Box tiene que tener al menos un puerto Thunderbolt 3. Y Windows 8 o 10. Esto es todo. Curiosamente, en la página de soporte de Gigabyte no está disponible únicamente el software para el sistema operativo de Microsoft, sino también para macOS, por lo que debería ser posible hacerlo funcionar en los equipos de Apple sin demasiada dificultad (nuestros compañeros de Applesfera nos han hablado con cierta profundidad de esta posibilidad).
En la fotografía que tenéis debajo de este párrafo podéis comprobar que la conectividad que nos ofrece este módulo externo no está nada mal. Por supuesto, tenemos la toma de alimentación en formato Schuko, el mismo de cualquier PC de sobremesa, y también el necesario puerto Thunderbolt 3 vía USB-C. Pero justo a su derecha podemos ver tres puertos USB 3.0 que podemos utilizar para conectar periféricos de E/S (teclado, ratón, etc.); un puerto USB 3.0 adicional, de color naranja, que podemos usar para cargar otros dispositivos siempre que sean compatibles con la tecnología Quick Charge 3.0; y tres salidas DisplayPort 1.4, una más HDMI 2.0b y otra DVI-D que nos permitirán enviar la señal de vídeo a uno o más monitores.
El equipo que hemos utilizado en nuestras pruebas para comprobar qué nos ofrece esta eGPU de Gigabyte es un ultraligero Dell XPS con pantalla de 13,3 pulgadas Full HD, microprocesador Intel Core i7-8550U a 1,8 GHz, 8 GB de RAM LPDDR3, una unidad SSD NVMe M.2 de 256 GB, lógica gráfica Intel UHD Graphics 620 y Windows 10 Home de 64 bits. Por supuesto, también tiene el puerto Thunderbolt 3 a través de USB-C que necesitamos para poder conectarlo al módulo gráfico externo. Y, como complemento, para poder trabajar con varias resoluciones utilizamos un monitor QHD AOC AGON de 24 pulgadas capaz de refrescar la imagen a 165 Hz.
Como veis, este equipo, que es el que nos propuso Gigabyte para las pruebas, es un ultraligero bastante apañado, pero no es ni mucho menos una máquina para gaming. Esto es, precisamente, lo que pretendemos cambiar con la ayuda de la tarjeta gráfica GeForce GTX 1080 externa. No obstante, antes de seguir adelante merece la pena que nos detengamos un momento para valorar que, aunque la tarjeta gráfica es en gran medida la responsable del rendimiento que nos ofrece un PC con los juegos, los demás componentes, especialmente la CPU, la RAM y el disco duro principal, también importan. Por esta razón, el módulo gráfico externo nos ofrecerá un rendimiento mayor si se ve respaldado por componentes de gama más alta.
Un apunte interesante antes de seguir adelante: no todos los puertos USB-C son iguales. La versatilidad de este conector, que puede ser utilizado para transportar señales de vídeo, datos a alta velocidad, corriente, y que, además, es reversible, es un arma de doble filo. Y es que, a pesar del esfuerzo realizado por el USB Implementers Forum (USB-IF), que es la organización responsable de su regulación, existe cierta falta de consenso entre los fabricantes en la forma en que deben ser implementadas algunas de sus características. Y esto a menudo complica la vida a los usuarios debido a que aparecen problemas de compatibilidad entre dispositivos que recurren a esta interfaz de comunicación, y que a priori deberían entenderse sin mayor problema.
La velocidad de transferencia de Thunderbolt 3 está limitada por el número de vías utilizadas en el enlace PCI Express Gen 3
En lo que concierne a la implementación del enlace Thunderbolt 3 sobre USB-C es importante que tengamos en cuenta que la velocidad de transferencia máxima que vamos a obtener está limitada en cierta medida por el número de vías utilizas en la conexión PCI Express (PCI-E) de este puerto (podemos imaginar que cada vía es una «carretera» que permite el tráfico de los datos). El estándar propuesto por Intel permite a los fabricantes decidir si quieren que la comunicación entre la GPU y la CPU se lleve a cabo a través de 2 o 4 vías.
Cada vía PCI-E de tercera generación alcanza una velocidad de transferencia máxima de 8 Gbps, por lo que 4 vías nos ofrecen una velocidad máxima de 32 Gbps, y 2 vías se quedan en unos más comedidos 16 Gbps. El resto del ancho de banda que queda libre hasta alcanzar los 40 Gbps que pueden asumir el enlace Thunderbolt 3 y el conector se destinan a las conexiones DisplayPort. El ordenador portátil Dell XPS que nos ha propuesto Gigabyte para realizar las pruebas cuenta con 2 vías, una característica que puede limitar sensiblemente el rendimiento del módulo gráfico externo, que iría más holgado si contase con 4 vías para transportar los datos.
Sin embargo, para rizar aún más el rizo, en el rendimiento global que vamos a obtener no solo influyen la GPU y el número de vías que la conectan con la CPU, sino también la frecuencia a la que trabaja este último componente. Por esta razón cabe la posibilidad de que un enlace de 2 vías aprovechado al máximo por una CPU muy rápida nos ofrezca un rendimiento similar al de un enlace de 4 vías, pero que está conectado a una CPU más lenta y que, por tanto, infrautiliza el bus. Como veis, el rendimiento final que vamos a obtener no depende únicamente de la forma en que está implementado el enlace Thunderbolt 3.
Por otro lado, cuando conectamos un dispositivo con interfaz Thunderbolt a un PC con Windows 10 el sistema operativo nos pide que ejecutemos el software que hará posible que funcione correctamente con privilegios de administrador, algo que es perfectamente comprensible. Es importante que lo tengamos en cuenta y nos cercioremos de permitirlo porque, de lo contrario, la conexión no se establecerá y el dispositivo no funcionará.
Lo siguiente que debemos hacer para que nuestro módulo gráfico externo funcione correctamente es instalar el controlador para Windows 10 e indicar al sistema operativo que siempre debe permitir la conexión de la cadena de dispositivos Thunderbolt:
Una vez que los controladores de la eGPU estén correctamente instalados y la conexión de la cadena de dispositivos Thunderbolt se haya efectuado con éxito podemos instalar el software de administración suministrado por Gigabyte para ayudarnos a controlar el funcionamiento del módulo gráfico. Esta herramienta nos permite practicar overclocking actuando sobre la frecuencia de reloj de la GPU, la memoria y el voltaje; nos informa en tiempo real de la temperatura alcanzada por el procesador gráfico; nos permite manipular el color de la luz emitida por los diodos LED RGB instalados en la placa de circuito impreso del módulo gráfico, etc. Como veis, es una herramienta parecida a la que podemos encontrar en otros productos de la gama AORUS de Gigabyte.
El acabado de esta eGPU está cuidado tanto por dentro como por fuera. El chasis es completamente metálico y carece de componentes de plástico, lo que refleja que Gigabyte lo ha tratado como el producto de gama alta que es. Una vez retirado el panel que protege los delicados componentes electrónicos de la electricidad estática podemos comprobar que el tamaño del chasis se ajusta como un guante a las dimensiones de la placa de circuito impreso de la tarjeta gráfica. De ahí lo que os comenté en los primeros párrafos del análisis: no es un componente diseñado con el objetivo de que nos ofrezca posibilidades de ampliación o mejora en el futuro, sino un paquete cerrado que difícilmente vamos a poder manipular.
La fuente de alimentación, como os adelanté al principio del análisis, tiene una potencia de salida máxima de 450 vatios, una entrega de potencia más que suficiente para satisfacer las necesidades de una GPU que, por otra parte, es bastante «tragona». Un detalle acerca de esta fuente que me parece interesante es que cuenta con certificación 80 PLUS Gold, lo que nos garantiza que su eficiencia energética en las circunstancias más desfavorables no baja nunca más allá del 87%. Y esto significa que en el peor de los casos solo el 13% de la energía consumida por la fuente de alimentación se va a disipar en forma de calor.
El sistema de refrigeración que se encarga de impedir que el procesador gráfico alcance su umbral máximo de temperatura tiene las características que cabe esperar en una tarjeta gráfica de alta gama: un ventilador con un diámetro respetable, y, por tanto, capaz de desplazar un caudal importante de aire; un disipador de aluminio con un tamaño generoso y unos conductos que ayudan a transportar el calor lejos de las áreas críticas fabricados en cobre, un material que destaca por tener un índice de termoconductividad superior al del aluminio. No hay nada especialmente destacable en este apartado, pero tampoco nada criticable.
El primer test al que recurrí para poner a prueba este módulo gráfico externo de Gigabyte es uno de los habituales en nuestros análisis tanto de ordenadores como de tarjetas gráficas: 3DMark Fire Strike v1.1. Como podéis ver en la gráfica que tenéis debajo de estas líneas, el rendimiento arrojado por la AORUS GTX 1080 acompañada del Dell XPS «pisa los talones» a ordenadores portátiles para gaming que incorporan una GPU GeForce GTX 1080 de serie, como el ASUS ROG Zephyrus o el Omen X de HP.
Curiosamente, prácticamente ha arrojado el mismo resultado que el Omen 17 de HP, que cuenta con una GeForce GTX 1070, pero es algo comprensible dada la configuración de los demás componentes de este último equipo, y también si tenemos en cuenta que el enlace PCI Express que existe entre la CPU y la GPU en los equipos tradicionales es más rápido que el enlace Thunderbolt 3 que une la AORUS GTX 1080 con el Dell XPS.
El siguiente escenario de prueba nos permite responder con precisión las dos preguntas más relevantes que podemos hacernos cuando nos fijamos en este producto. ¿Su rendimiento es equiparable al de un equipo con una tarjeta gráfica GeForce GTX 1080 «interna»? No, es algo más bajo, pero la responsabilidad no recae en el módulo gráfico externo, sino, como hemos visto, en la configuración del equipo al que se conecta y en las características del enlace Thunderbolt 3 que una la eGPU con este último.
A 1080p la cadencia media de imágenes se mantiene por encima de los 60 FPS, y a 1440p siempre se mantiene claramente por encima de los 30 FPS
La otra pregunta es, si cabe, aún más importante: ¿nos permite esta eGPU jugar a cualquier título actual con garantías? Si tomamos como referencia los juegos que hemos probado, entre los que hay varios que son bastante exigentes, sí. A 1080p la cadencia media de imágenes por segundo es casi siempre notablemente superior a los 60 FPS, y a 1440p es más baja, como cabe esperar, pero con frecuencia se mantiene por encima de los 60 FPS, y siempre queda claramente por encima de los 30 FPS. Ambas resoluciones están al alcance de la AORUS GTX 1080.
A la vista de estos resultados podemos intuir que este módulo gráfico externo también nos permitiría jugar a 2160p, pero siempre y cuando el ordenador al que se conecte tenga una configuración cuidada. Eso sí, en este caso la cadencia media de imágenes quedaría con frecuencia más cerca de los 30 que de los 60 FPS, y es posible que con los títulos más exigentes se produzcan caídas por debajo de los 30 FPS.
En lo que concierne a la temperatura máxima alcanzada por el procesador gráfico la buena noticia es que es algo más baja que la que adquiere bajo estrés esta misma GPU cuando forma parte de un ordenador portátil. Durante nuestras pruebas no superó los 64,5 grados centígrados, una temperatura muy cómoda que, por otra parte, refleja que el sistema de refrigeración cumple sin problemas su cometido. Por otro lado, el nivel de ruido medido con mi inseparable sonómetro Velleman DVM805 nunca excedió los 55,7 dB, una cifra importante pero en consonancia con el ruido emitido por los portátiles para gaming que cuentan con un procesador gráfico de este nivel de rendimiento.
Este módulo gráfico externo es un producto interesante en la medida en que realmente nos permite jugar con garantías en equipos en los que disfrutar los juegos de última hornada con cadencias de imágenes notables con su lógica gráfica integrada sería imposible. Este es el caso del Dell XPS que hemos utilizado en nuestras pruebas. Eso sí, es importante que tengamos en cuenta que el rendimiento de la eGPU se ve condicionado de una forma importante por la configuración del ordenador al que se conecta, y especialmente por las características de la CPU y la memoria principal.
Un detalle interesante de esta propuesta de Gigabyte del que aún no os he hablado consiste en que la marca taiwanesa nos ofrece junto a su AORUS GTX 1080 una bolsa de transporte de muy buena calidad en la que el chasis de la eGPU encaja como un guante, y que facilita mucho su transporte en condiciones seguras.
Sin lugar a dudas, la desventaja más relevante que debe vencer este producto es su precio, que es sensiblemente más alto que el ya elevado coste de una tarjeta gráfica equipada con una GPU GeForce GTX 1080. Estas últimas suelen moverse en torno a los 600 euros, pero el precio de la AORUS GTX 1080 oscila entre los 800 y los 1.000 euros dependiendo de la tienda a la que nos dirijamos. Y este coste la deja fuera del alcance de muchos entusiastas de los juegos. Eso sí, si nos gusta jugar, ya tenemos un equipo dotado de una conexión Thunderbolt 3 vía puerto USB-C y su precio encaja en nuestro presupuesto, no cabe duda de que es una propuesta interesante. Si os la podéis permitir, seguro que la disfrutaréis.