Adiós a las bombillas halógenas: un cambio que espera ahorrar la energía equivalente al consumo anual de 11 millones de hogares
Más de la mitad de los europeos no saben que, en cuestión de horas, las bombillas halógenas pasarán a la historia. A partir del 1 de septiembre no se podrán ni fabricar ni vender este tipo de lámparas en todo el territorio de la Unión Europea.
Parece un cambio sutil, casi anecdótico. Pero según la Comisión Europea se conseguirá un ahorro de electricidad equivalente al consumo anual de 11 millones de hogares y una reducción de la factura de la luz de un 15%. Es decir, se va un clásico de la iluminación tradicional, pero lo que viene es mucho mejor. O eso creemos.
Las bombillas halógenas son una 'evolución' de las lámparas incandescentes tradicionales. A diferencia de estas, en el interior de cada bombilla halógena existe un "equilibrio químico" que evita que se ennegrezca la superficie del vidrio y que se debilite el filamento. Un win-win.
La clave, como se intuye por el nombre, está en lo de 'halógeno'. La presencia de algún tipo de gas halógeno (habitualmente, yodo o bromo) establece un ciclo de reacción química que recoge el tungsteno evaporado del filamento y lo 'devuelve' a él. Como es fácil de deducir, esta tecnología mejora la seguridad y durabilidad de las lámparas (duran hasta 4.000 horas más), pero no mejora el rendimiento comparado con las incandescentes.
Sí. Es algo que ya ocurrió en 2012 con las tradicionales. Como en ese caso, la Unión Europea ha decidido prohibir su fabricación para sustituirlas por opciones más eficientes y sostenibles. En los últimos 60 años, las bombillas halógenas han hecho bien su trabajo, pero se han convertido en una tecnología muy ineficiente.
La normativa actual, que entra en vigor el 1 de septiembre, afecta a todas las bombillas halógenas omnidireccionales de casquillo grueso - E27 - y fino - E14 -, es la bombilla 'de toda la vida'. Además, están incluidas algunas bombillas no direcciones con casquillos G4 y GY6.35. Eso sí, todas las bombillas halógenas destinadas a los coches quedarán fuera de la prohibición.
Hay más opciones, pero lo que permite este recambio tecnológico es la irrupción de los LEDs. Aunque podemos remontarnos a 1907, cuando Henry Joseph Round creó el primer diodo semiconductor por accidente en medio de un costosísimo experimento con cristales de germanio, lo cierto es que los LEDs aparecieron en nuestra vida en los primeros años de 1960. Pero tenían una potencia mínima.
En 1993, el primer LED totalmente azul y en 1998, el blanco, hicieron que a partir de 2002 los 'diodos emisores de luz' (Light-emitting diode) empezaran su particular conquista del mercado lumínico. Hoy esos componentes eléctricos semiconductores capaces de emitir luz al ser atravesados por una pequeña corriente eléctrica están a punto de conquistar el mundo.
En el lado positivo, tienen una mayor duración, no dan calor, son más seguros y consumen hasta un 85% menos. En el lado negativo, que tradicionalmente eran más caras (ya no). Ahora mismo, salvo para cosas muy muy concretas, son la alternativa más razonable.
Porque es más difícil deshacerse de ellas de lo que creíamos. Tras los acuerdos de Kioto, la Unión Europea perfiló una serie de políticas para mejorar la eficiencia energética del continente. Una de esas tecnologías eran las bombillas halógenas.
En 2016, cuando se tenía que acabar de forma definitiva con ellos, se permitió su uso y comercialización para uso doméstico sencillamente porque no había forma práctica de sustituirlas.
No era cuestión de cambiar de bombilla, había que meter a la industria de fabricación de luces en una enorme reconversión industrial que le permitiera sustituir las bombillas de todo el continente. La comisión dio dos años a industria y consumidores para prepararse para el cambio. En principio, estamos listos para darlo.
Todo parece indicar que sí. En principio, hay cierta evidencia a favor de que las normativas medioambientales pueden aumentar la eficiencia, la innovación y la competitividad de las empresas. En este caso, parece claro que la transición a tecnología LED va a conllevar un ahorro a los ciudadanos de la Unión. La Comisión Europea asegura que en 2020 se conseguirá un ahorro de electricidad equivalente al consumo anual de 11 millones de hogares y una reducción del recibo de la luz de un 15%