La dieta paleo: lo que dice la ciencia acerca de comer como lo hacían nuestros antepasados

Neandertal

¿En qué consiste la dieta paleo o paleodieta? La moda parece haberla alcanzado, y los gurús que la defienden crecen en número. Pero, ¿existen razones para asegurar sus beneficios? ¿O solo nos encontramos ante una engañifa más? El método científico, de nuevo, es la herramienta que nos ayudará a sacar nuestras propias conclusiones.

"Cualquier tiempo pasado fue mejor", reza el refrán. Y de esto no se libra ni la nutrición, parece ser, pues la paleodieta surge de la idea de que nuestros antepasados recolectores y cazadores se alimentaban mejor que nosotros. Esta idea es el corpus central del trabajo del Dr. Loren Cordain, profesor de Ciencia en Salud y Ejercicio de la Universidad del estado de Colorado y primer promotor de esta dieta en su libro homónimo.

Desde su publicación, en 2010, la atención de atletas, nutricionistas o gente preocupada por su salud ha ido en incremento. Según la dieta paleo descrita por Cordain, nuestra alimentación debe basarse en el consumo de alimentos integrales tales como huevos, frutas, verduras, frutos secos, semillas, tubérculos y carnes magras. La paleodieta excluye los alimentos procesados, los cereales, los azúcares simples y las legumbres, los granos y los lácteos. Sobre estos precisamente, los doctores Weston A. Price y Mark Sisson añadieron la posibilidad de usar los lácteos siempre que fueran crudos, nunca pasteurizados, por lo que esto amplía las posibilidades.

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De esta manera, se reducen la ingesta de hidratos de carbono y se equilibra con el consumo de grasas y proteínas. La dieta paleo, como decíamos, tiene su explicación en los productos que suponemos que comían en el paleolítico, hace casi tres millones de años, más o menos. Esto excluye todo tipo de alimentos procesados y procedentes del cultivo o la ganadería. Solo la carne (por la caza) y los vegetales, huevos y semillas (por la recolección) son los que se ajustan a esta dieta.

Hay un detalle importante en esta cuestión, puesta de manifiesto por varios expertos en el tema, como el Doctor en Historia y experto en los fenómenos sociales asociados a la alimentación, Juanjo Cáceres: en realidad no sabemos qué vegetales tomaban en el paleolítico. A pesar de que tenemos muchos retazos de información, (cada vez más), lo cierto es que estamos suponiendo qué comían nuestros antepasados. Es decir, sí que tenemos aproximaciones, como las publicadas por la Universidad Médica de Groningen, bastante claras sobre el tipo de dieta en el paleolítico, ¿pero esta información es suficiente para reconstruir un modelo de dieta, actualmente? Expertos como el Doctor Hervé Bocherens, uno de los mayores expertos en análisis isotópico, y que se dedica a reconstruir la dieta típica del paleolítico, lo ponen en duda. Aunque tal vez esta no sea la respuesta que buscamos en realidad. Lo que realmente nos interesa es si tiene valor nutricional.

Según un estudio sobre el impacto metabólico y fisiológico de esta dieta, publicado en la prestigiosa Journal of Clinical Nutrition, a la dieta paleo se le atribuyen varios efectos beneficiosos: por ejemplo podría ayudar al control de la glucosa en personas que padecen diabetes tipo dos o, incluso, en personas sin esta afección, tal y como explicaba nuestra compañera Gabriela Gottau para Vitónica. También se encontró entre los resultados una reducción en la presión arterial como consecuencia de una mejor elasticidad de las arterias y mejoró la cantidad de lípidos en sangre, aun sin modificar el peso corporal.

Esto coincide con los estudios realizados por las universidades de Bakersfield y Ohio, que también mostraron el posible beneficio en adultos sanos, en quienes se observaron cambios positivos en la composición corporal tales como la reducción de peso y grasa corporal.

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Un estudio de la rama india Cochcrane, dedicada a la revisión y acopio de otras investigaciones para asegurar la calidad de los resultados, afirma haber encontrado un efecto beneficioso en la dieta paleo cuando es usada en pacientes con síndrome metabólico a corto plazo, aunque esta revisión se limita a 159 participantes, lo que supone un número un poco bajo de pacientes estudiados para sacar conclusiones fuertes.

Otra interesante investigación, realizada por el Departamento de Salud y Medicina Clínica de Suecia, muestra el beneficio de emplear la dieta páleo durante dos años en mujeres mayores y con obesidad, lo que podría ser un indicativo del valor de usarla a largo plazo, aunque es importante entender que a lo mejor no podemos extrapolar los resultados para todas las personas, sino solo para personas obesas.

A raíz de la fama creciente de esta dieta, varios expertos han profundizado más en sus implicaciones nutricionales realizando metaanálisis más amplios, que recordemos que son las revisiones más completas que existen en el mundo científico, como los de Tanis y Carol Fenton, de la Universidad de Calgary, en Canadá.

Sus estudios resaltan numerosos fallos metodológicos generalizados en la gran mayoría de investigaciones sobre la dieta páleo y su impacto en el síndrome metabólico, lo que implica que no podemos fiarnos al 100% de sus resultados.

Por su parte, el doctor Christopher Pitt exponía para la Royal Australian College of General Practitioners, un artículo que que advertía que el verdadero problema es que a la dieta paleo se le han atribuido beneficios exagerados, cuando todavía no hay resultados tan claros como los que afirman sus defensores, puesto que muchos de ellos se pueden asociar a un cambio de hábitos, más que a la propia dieta.

Por tanto, existe un panel de nutricionistas y expertos que ponen en duda que esta dieta tenga beneficios directos, o, al menos no por sí misma. Lo que está claro es que aumentar el consumo de verduras y frutas es bueno para la salud. También lo es reducir la ingesta de hidratos de carbono y azúcares libres. Si todo esto lo combinamos con un hábito más saludable, haciendo deporte (como ocurría en la mayoría de los estudios observados), el resultado será positivo, sin duda.

Aunque se han encontrado algunos beneficios, como decíamos, lo cierto es que la paleodieta tiene un componente de exclusión que puede resultar negativo. Por ejemplo, excluye de la dieta las legumbres y los cereales, cuando estos, sobre todo las legumbres, son una fuente importante de proteínas vegetales, vitaminas y fibra.

Las legumbres y cereales son fuente de aminoácidos esenciales, bajos en grasas y muy saludables

También, junto a los cereales, son fuente de aminoácidos esenciales, bajos en grasas y muy saludables. Los lácteos, aunque no son esenciales, pueden ser una buena fuente de cálcio y vitamina D, entre otros nutrientes de alto valor biológico y, sin embargo, la dieta paleo los excluye.

Pero, probablemente, una de las cuestiones más peliagudas sea el hecho de hacer un gran hincapié en el consumo de carnes magras. Como anunciaba la OMS, el consumo de carne roja se ha asociado a una mayor probabilidad de sufrir de cáncer o, incluso, otro tipo de enfermedades.

Carne

También existen varios estudios que asocian el consumo de carne (de cualquier tipo) con una mayor mortalidad. Este, de la División de Genética y Epidemiología del Cáncer de Bethesda, marca la asociación entre diferentes tipos de carne, su consumo y las sustancias presentes en ellas. Además, el estudio es bastante robusto, habiendo analizado más de 500.000 casos.

Así que centrar la dieta en este tipo de alimentos no parece la mejor de las opciones. Por otro lado, existe, actualmente, mucha más variedad dietética, mayor conocimiento y mejor acceso a todo tipo de alimentos. Las dietas restrictivas han demostrado que pueden influir muy negativamente en la salud de las personas.

Las evidencias no parecen avalar la dieta paleo, y más cuando tenemos tantas otras dietas igual o mejores a nuestra disposición

Si vamos un poco más allá, al igual que hay estudios que hablan del beneficio de la paleodieta, también hay investigaciones que apuntan a los beneficios de una dieta basada justo en lo contrario: este estudio en el que han participado más de una docena de investigadores y centros de todo el mundo muestra que comer menos proteínas y más carbohidratos se asocia con una menor mortalidad. Eso sí, es un estudio realizado con ratones, por lo que no es fácil extrapolar el resultado a humanos.

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