Un denisovano entra en una cueva. Siberiana, para más señas. Chico conoce a chica, chica conoce a chico. Se enamoran (o no), pero nueve meses después nace una niña. Esa es la chica que acabamos de conocer. O, para ser precisos, un trozo de esa chica.
Porque ha bastado un pequeño trozo de hueso, de poco más de dos centímetros, para descubrir que esa joven que vivió hace más de 50.000 años era hija de una madre neandertal y un padre denisovano. El Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva acaba de encontrar al primer ser humano fruto de una pareja mixta.
Ya sabíamos que las distintas especies (o subespecies) humanas se habían mezclado entre ellas. Los análisis genómicos llevan años señalando que los humanos no africanos tienen un 2% de ADN neandertal y que, casi con toda seguridad, hasta un 5% del ADN de los pueblos de oceanía es de origen denisovano. Lo que no habíamos encontrado hasta ahora es una prueba material de que esos cruces, hasta ahora.
El estudio, que se puede leer esta semana en Nature, presenta el análisis genómico de una pequeña muestra de hueso que perteneció a una adolescente de unos 13 años de edad. El hueso se encontró en 2012 en la cueva de Denisova, en las montañas de Altai de Siberia. Ahí estaba todo.
"Es sorprendente que encontremos a esta chica neandertal-denisovana entre el puñado de individuos antiguos cuyos genomas han sido secuenciados", explicaba Svante Pääbo, Director del Departamento de Genética Evolutiva del MPI-EVA. Sobre todo, porque esto puede señalar que o bien tenemos mucha suerte o que ambas especies "se debieron aparear con frecuencia, mucho más de lo que pensábamos hasta ahora".