Hemos hablado con seis usuarios de ‘apps’ de ligue y estos son sus consejos para sobrevivir entre amenazas y mensajes guarros

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"Quizá no sea tu tipo, no debes estar acostumbrada a tíos de mi nivel. Debo haberme tirado a unas veinte como tú". Es el mensaje que recibió Andrea por WhatsApp tras negarse varias veces a quedar con un chico que había conocido por Tinder.

Cuando la joven respondió con sorna sobre la incapacidad de su interlocutor para encajar un rechazo, la conversación tomó otro cariz: "Si nos vemos en algún sitio, hablaremos". Fin de la conversación. El ejemplo, que a muchos no resultará extraño, recuerda la necesidad de actuar con cautela a la hora de romper la barrera online con un desconocido.

OkCupid, Lovoo, Happn, Boompi, Tinder, AdoptaUnTío, Meetic, Bumble… Nunca antes habíamos tenido tanta facilidad para conectar con otros seres humanos. Las aplicaciones de citas han cambiado la forma en la que nos relacionamos: son una revolución sexual que multiplica el número de personas que podremos conocer a lo largo de nuestra vida… y también los peligros derivados de ello. ¿Cómo actuar en estos leks —en etología, arenas donde los machos compiten por las hembras— virtuales para pasarlo bien?

Andrea aprendió de su experiencia que es mejor no dar el número de teléfono hasta más adelante. Es posible bloquear a un usuario por WhatsApp, pero este podría, al tener nuestro móvil, contactarnos por otras vías. Por eso es más efectivo hacerlo desde la app de contactos, donde además podremos informar de cualquier conducta inapropiada que conlleve, si fuera necesario, la expulsión del infractor.

La posibilidad de avisar de un comportamiento inapropiado es común a todas las aplicaciones de ligue, aunque es difícil valorar su eficacia si tenemos en cuenta que todas las personas consultadas para este artículo —excluyendo hombres heterosexuales— aseguran recibir un buen número de mensajes inapropiados. Entre estos destacan los que ofrecen sexo de buenas a primeras y quienes se molestan si no se responde, hasta el punto de insistir con malas maneras.

"La mayoría de los hombres son buenos. Luego están los gilipollas, esos pueden ser un problema". Así comienza el vídeo con el que Tinder promocionaba su Iniciativa Menprovement (juego de palabras en inglés entre hombre y mejora), cuyo objetivo es ayudar a las mujeres a combatir a dichos "gilipollas". Una respuesta —algo floja si tenemos en cuenta que consiste en tirar Martinis virtuales a la cara— a aquellas aplicaciones que intentan ser más amables con las mujeres como Bumble, en la que solo las usuarias pueden iniciar una conversación.

Mensajes de maleducados aparte, el momento más delicado de una cita medio a ciegas es a la hora de conocerse. Marta cuenta que, tras hablar durante un tiempo con un chico a través de Tinder, decidieron verse en persona: "Me dijo de quedar en un sitio apartado y cuando apareció no se parecía en nada a la foto y no me dio buenas vibraciones. Me ofreció al momento ir a su casa y me fui casi corriendo".

Este caso recuerda la importancia de quedar en un lugar público la primera vez, pero esto no siempre es suficiente. Por eso en Lincolnshire, un condado de Inglaterra, han ideado la campaña Pregunta por Angela, cuyo nombre evoca a los ángeles de la guardia.

Angela es un código con el que pedir ayuda. "¿Tu cita de Tinder no es quien dijo ser en su perfil? ¿No te sientes segura? ¿Es todo algo raro? Si vas a la barra y preguntas por Angela el personal sabrá que necesitas ayuda para salir y te llamarán a un taxi o ayudarán con discreción", resume el cartel de la campaña, que ha recibido gran repercusión dentro y fuera de Inglaterra. Para aquellas personas que, como Marta, vivan fuera de Lincolnshire, siempre es posible avisar con antelación del plan a algún amigo.

Aplicaciones como Tinder son una balanza donde hay que buscar el equilibrio entre dar bastante información como para interesar a otros usuarios sin revelar demasiados datos. Andrea es muy cauta en ese sentido: "No doy nada que ayude a saber dónde vivo o trabajo. Tampoco conecto mi Instagram, creo que es estúpido hacerlo".

La joven nos cuenta otra historia para demostrar que no exagera: "Un tío de alguna forma encontró mi Instagram, buceó hasta el final, vio que me teñía el pelo y me dijo que era una mentirosa y que el único motivo por el que me seguía era por ser rubia. No recuerdo si me borró él o lo borré yo".

A Marta no le importa conectar su Instagram, pero da un consejo sobre las imágenes. "Aquí todo va de controlar el ego y la fragilidad masculina, así que siempre pongo fotos recientes de como mucho seis meses para que no se quejen, aunque luego he encontrado gente que pone de hace cinco años con toda la cara". Explica que esta manía nació de una mala experiencia, cuando un chico con el que quedó se molestó al considerar que su perfil de Tinder no hacía honor a la realidad: "Me dijo que antes estaba más delgada".

Celia asegura que ligar a través de internet siendo lesbiana es "horrible" debido al gran número de cuentas falsas controladas por hombres que fingen ser mujeres: "Te preguntan cómo estás e inmediatamente después te mandan fotos de una tía en toples o vestida de colegiala. El 100% de las veces no pertenecen a la persona que la manda, lo sé porque he recibido varias veces la misma imagen de diferentes cuentas". A esto hay que sumar los mensajes "guarros sin venir a cuento" y las "invitaciones a hacer un trío". "Es desagradable e intimidatorio, da mal rollo", explica la joven.

"Mucha gente pregunta de gratis de qué color tengo el vello púbico", dice Carlos, un pelirrojo asiduo de Grindr, app especializada en contactos gais, así como de Tinder. Asegura haber experimentado las mismas situaciones que sus amigas heterosexuales, aunque cree que los homosexuales que están abiertos a algo más que un rollo de una noche lo tienen aún más difícil en el mundo online. Al final tuvo que dejarlo una temporada "por salud mental" al no sentirse "valorado".

Andrea vivió algo parecido y considera que es necesario tener un "sistema de apoyo" para seguir adelante en estas aplicaciones. "Parecía no tener sentido pasar por toda esa mierda, que al final te afecta. Si no hubiera usado Tinder al mismo tiempo que mis amigas y compartido pantallazos de imbéciles, nos habríamos deprimido todas y lo habríamos dejado. Así al menos piensas que no eres la única, por eso cuentas como Bye Felipe son seguidas por tanta gente".

Otros usuarios no aguantan tanto. "Tuve Tinder, pero duré tres días porque salí espantada de allí", recuerda Eva, que tuvo tiempo de tener su propia anécdota. "Conecté con un compañero de instituto que conocía de toda la vida y con el que no había ningún tipo de interés… y sin embargo se puso a ligar conmigo, cosa que en persona nunca habría pasado".

Sin entrar en comparaciones, los varones heterosexuales tienen otro tipo de problemas a la hora de ligar por internet. José ha usado Tinder de forma irregular desde el primer día y también ha probado otras como AdoptaUnTío y Lovoo. "Lo único que recuerdo en todos estos años es una vez que una chica me agregó para insultarme y desear mi muerte por ser periodista, pero como puedes imaginar me lo tomé más a risa que otra cosa".

José también destaca el "alto porcentaje" de bots, cuentas falsas que muestran fotos de chicas muy atractivas cerca con las que siempre se hace match y que envían un mensaje genérico junto a un enlace de spam de una web de contactos. "Son fáciles de detectar porque usan fotos típicas de tías buenas con las que no coincidirías de normal. Si no son capaces de seguir una conversación… denuncia y bloquea".

Casi ninguna de las personas consultadas para este artículo han denunciado perfiles abusivos en estas aplicaciones. "¿Para qué?", pregunta Andrea con escepticismo. Celia es una excepción, pero a pesar de que sí ha dado parte en alguna ocasión, nunca ha recibido una respuesta que le informara de si su queja había servido para algo. Tampoco José, que sí denuncia cada cuenta de spam con la que se cruza: "Que no respondan no significa que no lo tengan en cuenta", sugiere.

Los consejos que podemos extraer de estas experiencias se resumen en uno: tener sentido común. Es mejor no dar el número de móvil ni ningún otro dato personal a la primera, mucho menos compartir fotos que no querríamos ver por internet. Gracias a esto podremos bloquear y denunciar al usuario desde la misma aplicación para así olvidarnos del individuo al momento.

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