Las mil y una caras del cambio climático: la voracidad de los insectos es su último 'aliado' para complicarnos la vida

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Bastó con encontrar el grano. Aunque no todos están de acuerdo, según el relato tradicional, bastó con eso para que se encendiera la chispa de la civilización. Los estados modernos son el árbol maduro de una semilla que empezó a germinar en la Mesopotamia de hace miles de años.

Tanto es así que nunca nos hemos separado mucho de ese grano. Tres de ellos (el trigo, el arroz y el maíz) aún concentran el 42% del consumo total de calorías de todo el mundo. Lo que acabamos de descubrir es que, con un clima un poco más cálido, el grano y las civilizaciones que se alzaban sobre él podrían haberse venido abajo como un castillo de naipes.

Una serie de nuevos modelos sobre la progresión del cambio climático muestran que, a medida que el mundo se calienta, las plagas se hacen más numerosas y se vuelven más voraces. Según publica la revista Science, en los próximos años el cambio climático podría duplicar el precio del pan en Europa (y, con él, el resto de la cesta de la compra en todo el mundo).

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Hoy por hoy, los insectos ya son uno de los principales problemas de los productores de grano. Sin embargo, "en algunos países de clima templado, se prevé que el daño de las plagas de insectos en los cultivos aumente" explicaba Joshua Tewksbury, coautor de la investigación y profesor de la Universidad de Colorado en Boulder.

Y mucho. Los investigadores han modelado no solo el aumento de las poblaciones de insectos por el calor, sino también la elevación de sus tasas metabólicas en un mundo más cálido. Estiman que los aumentos de los daños rondarán entre el 50 y el 100% en Europa y entre el 30 y el 40% en EEUU.

No hay datos aún sobre Asia, aunque ese es un lugar crítico. Pero con lo que tenemos, podemos hacernos una idea de la magnitud del problema. Actualmente, Europa es la región trigera más productiva del mundo. Un aumento del 75% en las pérdidas de trigo conllevaría que 16 millones de toneladas de grano desaparecerían para siempre. Eso tiene consecuencias directas no solo en el pan y los productos derivados del trigo, sino también en el precio de la carne. Y no solo en Europa: en todo el mundo.

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